Para alcanzar un bienestar mental en el entorno laboral, la autoestima juega un papel crucial, complementando las buenas condiciones y un ambiente propicio. Según Itziar Jiménez Sevilla, psicóloga en el Instituto Claritas, la autoestima representa los sentimientos de una persona respecto a sí misma, influenciada por vivencias personales y sociales a lo largo del tiempo.
"Los éxitos y los fracasos, las valoraciones y los comentarios de las personas que forman parte de nuestro entorno, el ambiente en el que crecemos, los valores y modelos de la sociedad en la que vivimos van construyendo poco a poco nuestro autoconcepto (la imagen que tenemos de nosotros mismos) y nuestra autoestima (la valoración afectiva que hacemos de ésta). El autoconcepto y la autoestima que tengamos va a determinar la manera en la que enfrentamos nuestra actividad diaria, como podría ser en el trabajo o en los estudios", añade esta profesional.
Ella distingue entre una autoestima saludable y otra menos favorable. La primera actúa como un motor, promoviendo la aceptación personal y expectativas realistas, lo que facilita afrontar desafíos.
Las personas con autoestima saludable suelen tomar la iniciativa, abrazar desafíos y manejar éxitos y fracasos con madurez. Mientras que aquellos con autoestima baja tienden a carecer de iniciativa, temer nuevos retos y subestimar sus habilidades.
¿Cómo podemos mejorar nuestra autoestima?
Para mejorar la autoestima, la primera recomendación es tomar conciencia del autoconcepto, es decir, la imagen que poseemos de nosotros mismos como profesionales o estudiantes y la valoración afectiva que le otorgamos. En segundo lugar, es crucial evaluar cómo esta autopercepción influye en nuestra capacidad para afrontar las actividades cotidianas. Trabajar en la autoestima requiere una deconstrucción reflexiva. Es un ejercicio que implica cuestionar el origen y la autenticidad de nuestros pensamientos internos para ajustarlos, obteniendo una visión más realista y positiva de nosotros mismos.
Amor incondicional hacia uno mismo: Mostrar un afecto genuino y sin condiciones hacia nosotros/as mismos.
Reconocimiento de capacidades: Identificar y valorar nuestras habilidades en distintos ámbitos, ya sean académicos, laborales o sociales.
Mensajes positivos: Incorporar mensajes positivos en nuestro diálogo interno, apartándonos de la dinámica crítica y autocrítica constante.
Atención a las necesidades individuales: Dedicar un tiempo especial para atender nuestras necesidades, incluyendo tiempo para formación, disfrute y descanso.
Reconocimiento del esfuerzo: Valorar el esfuerzo, interés y dedicación en nuestras actividades laborales o académicas.
Transformación de críticas en sugerencias: Convertir las autocríticas en consejos constructivos y peticiones para mejorar.
Escucha sin juicio: Practicar la escucha sin juzgarnos constantemente, permitiéndonos expresar nuestras preocupaciones internas sin autocensura.
Descubrimiento de puntos fuertes: Identificar y apoyarnos en nuestras fortalezas, descubriendo nuestra excelencia personal.
Exigencia proporcional: Establecer expectativas y demandas acordes con nuestras capacidades y conocimientos.
Valoración realista: Desarrollar una visión objetiva y realista de uno mismo, aceptando nuestras luces y sombras, logros y limitaciones.
Por último, es esencial comprender que una autoestima positiva no se trata de considerarse extraordinario/a en todo momento ni de alcanzar el éxito de manera constante. La verdadera importancia radica en mantener una percepción realista y positiva de uno mismo, aceptándonos con nuestras virtudes y defectos, logros y limitaciones. Aceptarse tal como somos, con autenticidad y reconocimiento sincero de nuestra complejidad como individuos.